El mítico entrenador de los Delfines de Miami, Don Shula, definía a un equipo malo como aquel que, a pesar de hacer lo posible o imposible tanto en grupo como individualmente, no era capaz de dar buenos resultados. Evidentemente, en esa definición no entra Tigres, que no es un equipo malo: es mezquino.
De esa mezquindad es responsable Ricardo Ferreti, quién ha estado al frente de la escuadra felina por 500 partidos con éxito en los números, pero con un estilo de juego gris, que aprieta sólo por unos minutos. Y el encuentro contra Tijuana fue el evento propicio para mostrarlo una vez más.
Ferreti decidió que los minutos en los que les quita el freno de mano a sus pupilos fueran los 10 primeros. Y allí, con incursiones interesantes de Luis Quiñones y la picardía de Gignac, hubo algo de peligro en el área de Orozco. Pero duró poco tiempo el entusiasmo tigre, cediendo el control del partido a unos Xolos que tuvieron en el ecuatoriano Miller y en el argentino Ariel Nahuelpán a sus mejores atacantes.
La diferencia entre Tigres y Xolos es que, mientras los segundos querían y no podían, los primeros sencillamente no quieren dar más de sí. Un partido pastoso, con sabor a trámite, siguió su curso anodino hasta la entrada de la esperanza felina, el uruguayo Leo Fernández. De él fueron las incursiones más interesantes, incluyendo un centro preciosamente rematado por Gignac, aunque en fuera de juego.
Al final, el enésimo empate de unos Tigres que sí, escatiman el fútbol que tienen pero que, por el bendito nivel de la Liga, son fuertes contendientes al título... así jueguen sólo 10 minutos por partido.
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